Capítulo 23
Cuarto descenso personal de Belcebú sobre el Planeta Tierra
Belcebú prosiguió así su relato:
—Mi cuarto descenso al planeta Tierra se debió a una petición de mi entrañable amigo el
Gornahoor Harharhk.
Debo decirte, ante todo, que desde el primer momento en que trabé relación con este
Gornahoor Harharhk, y más aún, cuando nos hicimos verdaderamente amigos, siempre,
durante nuestros «intercambios subjetivos de opiniones», compartíamos las mismas
impresiones con respecto al extraño psiquismo de los seres tricentrados que habitan el planeta
Tierra.
Y resultó finalmente de estos intercambios de opiniones con respecto a tus favoritos, que tanto
llegó a ser el interés despertado por mis narraciones en la presencia de mi entrañable amigo el
Gornahoor Harharhk, que llegó, incluso, a pedirme seriamente que lo tuviese siempre
informado, aunque tan sólo fuese aproximadamente, de cuantas observaciones hiciera de
aquellos, por lo cual, en lo sucesivo, le envié con regularidad exactamente al igual que a tu tío
Tooilan, varias copias de mis rápidos apuntes relacionados con las extrañas características del
psiquismo terráqueo.
Verás ahora cómo llegó a ser el Gornahoor Harharhk, la causa de éste mi cuarto descenso al
planeta Tierra.
Ya te he dicho que después de mi tercer descenso personal a tu planeta favorito, ascendí en
varias ocasiones, para descansar, al planeta Saturno, buscando la incomparable compañía de
aquel ilustre amigo.
Pues bien; en el transcurso de estas visitas, llegué a convencerme profundamente de la gran
sabiduría del Gornahoor Harharhk, por lo cual se me ocurrió la idea de invitarlo a descender
en nuestra nave Ocasión al planeta Marte, a fin de que, una vez allí, me ayudara personalmente
con sus conocimientos en la preparación de mi observatorio que acababa entonces
de ser instalado.
Y debo hacerte notar aquí el hecho de que si este observatorio de mi propiedad se hizo más
tarde famoso, como uno de los mejores de su tipo en todo el universo, ello se debió
principalmente, a la sabiduría de mi gran amigo.
Pues bien; cuando le hablé al Gornahoor Harharhk acerca de esto, él, sin detenerse a meditarlo
demasiado, estuvo de acuerdo conmigo y los dos juntos comenzamos inmediatamente a
deliberar acerca de la forma más conveniente de llevar a cabo nuestro propósito.
El principal problema consistía en que nuestra ruta, desde el planeta Saturno al planeta Marte,
debía llevarnos a través de ciertas esferas cósmicas inadecuadas para la presencia del
Gornahoor Harharhk, ser éste, según recordarás, que sólo poseía entonces la posibilidad de
una existencia planetaria ordinaria.
El resultado de nuestras reflexiones fue, pues, que al día siguiente, el asistente principal del
Gornahoor Harharhk comenzó, bajo su dirección, a equipar un compartimento especial de
nuestra nave Ocasión con todos los accesorios necesarios para adaptar cierto aparato,
destinado a elaborar aquellas sustancias que integran la atmósfera del planeta Saturno, a la
cual se hallaba acostumbrada la naturaleza del Gornahoor Harharhk.
Una vez terminados los preparativos, iniciamos, un Hrkh-hr-hoo después, nuestro viaje en
dirección al planeta Marte y descendimos en mi propia casa.
Una vez allí, en el planeta Marte, planeta dotado de una atmósfera casi igual a la del planeta
Saturno, mi entrañable amigo, el Gornahoor Harharhk, no tardó en aclimatarse, desarrollando
una existencia casi totalmente libre.
Fue precisamente durante su estancia en Marte cuando ideó aquel Teskooano o, como tus
favoritos lo llaman, «telescopio», gracias al cual, como acabo de decirte, mi observatorio se
convirtió más tarde en uno de los más célebres y prestigiosos del universo.
El Teskooano inventado por mi amigo constituye, en verdad, una maravilla de la Razón
Eseral, puesto que aumenta la visibilidad de las concentraciones cósmicas remotas siete
millones doscientas ochenta y cinco veces, durante ciertos procesos en las sustancias cósmicas
originadas en las atmósferas que circundan a casi todas las concentraciones cósmicas, así
como durante ciertos procesos en el Eterokrilno Cósmico de las esferas interespaciales.
Gracias a este Teskooano, pude observar a veces plenamente, sin moverme de mi casa en
Marte, casi todo lo que sucedía en aquellas partes de los demás planetas de este sistema solar,
que en el proceso de lo que se conoce con el nombre de movimiento general del sistema, se
hallaban, en esa ocasión, dentro del radio visible de mi observatorio.
Así pues, querido nieto, mientras el Gornahoor Harharhk residía conmigo en calidad de
huésped, al tiempo que conjuntamente observábamos la existencia de tus favoritos, cierto
hecho sumamente grave que acertamos a comprobar fue causa de un intercambio de opiniones
entre ambos, relativo a los seres tricentrados de aquel planeta peculiar.
Y el resultado de este «intercambio de ideas» fue que me decidí a descender a la superficie de
aquel planeta, a fin de recoger y llevar al planeta Saturno cierto número de los seres
denominados «monos» con el propósito de realizar ciertos experimentos dilucidatorios con
los mismos, en relación con el hecho que habíamos observado y que tanto nos había
sorprendido.
En aquel momento del relato, le trajeron a Belcebú un «Leitoochambros», esto es, un platillo
de metal especial en el cual se registra el texto de los heterogramas provenientes de uno u otro
lugar, limitándose el destinatario a sostenerlo cerca de su órgano auditivo para enterarse del
contenido del mensaje.
Una vez que Belcebú hubo oído, en esta forma, el contenido del Leitoochambros que le
habían alcanzado, se volvió hacia su nieto diciendo:
—Mira tú las coincidencias que ocurren en nuestro Gran Universo. El contenido de este
heterograma se refiere precisamente a tus favoritos, en relación con estos seres terrestres que
acabo de mencionar hace apenas unos instantes; me refiero a los monos.
Me lo envían del planeta Marte y, entre otras cosas, me comunican que los seres tricentrados
del planeta Tierra han vuelto otra vez a revivir lo que se conoce con el nombre de «la cuestión
del mono».
Debo decirte, ante todo, que debido a cierta causa proveniente también de las anómalas
condiciones de vida allí predominantes, se cristalizó largo tiempo atrás —y su funcionamiento
se intensifica periódicamente—, en las presencias de aquellos extraños seres tricerebrados que
habitan el planeta Tierra, un extraño factor que produce de tiempo en tiempo, en sus
presencias, un «creciente impulso» merced al cual, en los períodos de actividad, desean
averiguar a toda costa, si descienden de estos monos o si en cambio estos monos descienden
de ellos. A juzgar por el heterograma, la cuestión ha agitado principalmente, esta vez, a los
bípedos que habitan en el continente conocido por el nombre de América.
Si bien este problema los agita permanentemente, y con intervalos más o menos largos, con
cada nueva aparición de la cuestión la opinión pública se inflama hasta convertirlo en el
problema «candente del día».
Por mi parte, recuerdo perfectamente que esta «agitación del espíritu» con respecto al origen
de estos simios, tuvo lugar por primera vez entre los terráqueos cuando su «centro cultural»,
como suelen expresarlo, era Tikliamish.
El comienzo de esta agitación de la opinión pública fue el malentendido de cierto «erudito» de
formación improvisada, conocido con el nombre de Menitkel.