LIBRO PRIMERO CAPÍTULO 2
GEORGE I. GURDJIEFF
Capitulo 2
Introducción. Por qué vino a dar Belcebú a nuestro Sistema Solar
Sucedió en el año 223 después de la creación del mundo, de acuerdo con el cálculo
cronológico objetivo, o, como diríamos aquí en la «Tierra», en el año 1921 después del
nacimiento de Cristo.
Viajaba por el Universo la nave Karnak para la comunicación «interespacial».
Volaba procedente de los espacios «Assooparatsata», esto es, de los espacios de la «Vía
Láctea», procedente del planeta Karatas, con rumbo al sistema solar «Pandetznokh», cuyo sol
también se conoce por el nombre de «Estrella Polar».
En la mencionada nave espacial se hallaba Belcebú, con familiares y servidores suyos.
Iba en viaje al planeta Revozvrandendr para asistir a un congreso especial en el que había
prometido tomar parte por habérselo pedido ciertos amigos suyos.
Sólo el recuerdo de la vieja amistad que con ellos lo unía lo había decidido a aceptar
finalmente la invitación, puesto que ya no era joven y un viaje tan largo con todas las
vicisitudes inherentes al mismo, no constituía en modo alguno tarea fácil para sus muchos
años.
Cuando Belcebú recibió en el planeta Karatas la invitación para participar en el congreso,
apenas hacía un corto tiempo que había regresado de un viaje que lo había mantenido, por
circunstancias ajenas a su propia esencia, largos años alejado del hogar y en condiciones poco
favorables para su naturaleza.
Esta azarosa y prolongada ausencia, junto con ciertas percepciones inusitadas para su índole
particular y otras experiencias inadecuadas para la esencia en ella involucrada, había impreso
en su presencia común una huella bien perceptible.
Además, el mismo transcurrir del tiempo le había dado, como era de esperar, cierto aspecto de
anciano, y las mencionadas condiciones insólitas de vida habían conducido a Belcebú,
exactamente aquel Belcebú que había gozado de tan espléndida, orgullosa y
excepcionalmente fuerte juventud, a un lamentable extremo de decrepitud.
Mucho, mucho tiempo antes, cuando todavía vivía Belcebú en su casa, en el planeta Karatas,
había sido incorporado, debido a su extraordinaria inteligencia siempre llena de recursos, al
servicio del «Absoluto Solar», donde nuestro ETERNO SOBERANO SEÑOR posee la sede
fundamental, SU Residencia: y allí Belcebú, junto con otros como él, se había convertido en
servidor de SU ETERNIDAD.
Fue precisamente entonces cuando, debido a su Razón todavía no totalmente formada a causa
de su extrema juventud, y a causa de su inexperta y por lo tanto, todavía impetuosa mentación
dotada de un disímil fluir asociativo —esto es, debido a una mentación basada, como es
natural en los seres que no han llegado a ser todavía completamente responsables, en una
comprensión limitada— Belcebú acertó a ver una vez en el gobierno del Mundo algo que a su
entender parecía «ilógico», y habiendo encontrado apoyo por parte de sus camaradas, seres
que, como él, eran todavía inmaduros, introdujo sus narices en asuntos que nada le
importaban.
Enterado de esto, SU ETERNIDAD, pese a toda su inagotable Misericordia y Amor, se vio
forzado a desterrar a Belcebú, con sus compañeros, a uno de los rincones más remotos del
universo, es decir, el sistema solar «Ors» cuyos habitantes lo denominan simplemente, «sistema
solar», asignándole como lugar de residencia uno de los planetas de ese sistema, esto es,
Marte, con el privilegio de habitar también otros planetas, pero pertenecientes al mismo
sistema solar.
Entre estos exiliados se contaban, aparte de los mencionados compañeros de Belcebú, cierto
grupo de simpatizantes, así como servidores y subordinados de Belcebú y sus compañeros.
Todos ellos, con sus bienes personales, se trasladaron a este remoto lugar donde formaron, en
poco tiempo, una verdadera colonia.
Toda esta población, extraordinaria para el planeta Marte, fue adaptándose poco a poco a su
nueva morada, llegando algunos de sus miembros a encontrar, incluso, ciertas ocupaciones
para acortar los largos años de exilio.
Estas tareas eran llevadas a cabo en el mismo planeta o en algún otro planeta vecino, es decir,
en aquellos planetas que habían caído en un olvido casi completo debido a la enorme distancia
que los separaba del centro del Gran Universo y a la pobreza de su estructura.
Con el paso de los años, muchos exiliados, ya sea por propia iniciativa o como reacción a las
necesidades de carácter general, emigraron gradualmente del planeta Marte hacia otros
planetas; sin embargo, Belcebú, junto con sus servidores más próximos, se quedó en aquel
planeta, donde reorganizó su existencia de forma más o menos aceptable.
Una de sus principales ocupaciones consistió en el establecimiento de un «observatorio»
destinado a la observación de los puntos más remotos del Universo, así como de las
circunstancias de vida de los seres que habitaban en los planetas más próximos; y es de notar
que este observatorio de Belcebú más tarde se hizo famoso en todo el Universo.
Si bien el sistema solar de «Ors» había caído en el olvido por la gran distancia que lo separaba
del centro, así como por otras muchas razones, nuestro SOBERANO SEÑOR no había dejado
por ello de enviar de tanto en tanto SUS Mensajeros a los planetas pertenecientes a este
sistema, para regular de forma aproximada las circunstancias de vida de los seres
tricerebrados que en ellos habitaban, a fin de coordinar el proceso de su existencia con la
Armonía Universal general.
Y sucedió así que cierta vez fue enviado a uno de los planetas de este sistema solar, la Tierra,
un Mensajero de nuestra ETERNIDAD, llamado Ashiata Shiemash y, dado que Belcebú había
subsanado cierta dificultad relativa a su misión, el mencionado Mensajero, una vez que hubo
regresado al «Absoluto Solar», rogó solemnemente a SU ETERNIDAD que perdonara al
antes joven y orgulloso Belcebú, agobiado ahora por los años.
En vista de esta solicitud de Ashiata Shiemash, así como de la modesta y recatada existencia
del propio Belcebú, nuestro CREADOR HACEDOR le concedió el perdón, permitiéndole
regresar al lugar de su nacimiento.
Y así fue cómo Belcebú, tras tan prolongada ausencia, acertó a volver al centro del Universo,
Su influencia y su autoridad no sólo no habían declinado durante el exilio, sino que, por el
contrario, habían aumentado considerablemente, dado que todos cuantos le rodeaban se daban
perfecta cuenta de que, gracias a su prolongada existencia en las inusitadas condiciones ya
aludidas, su conocimiento y su experiencia se habían vuelto mucho más vastos y profundos.
De manera que cuando tuvieron lugar ciertos acontecimientos de particular importancia en
uno de los planetas componentes del sistema solar «Pandetznokh», los antiguos amigos de
Belcebú decidieron dirigirse a él para invitarlo al congreso que habría de celebrarse con
motivo de tales acontecimientos.
Todo lo cual terminó en el largo viaje de Belcebú —del que el lector ya tiene noticias— a
bordo de la nave Karnak, desde el planeta Karatas con destino al Planeta Revozvrandendr.
La tripulación de la espaciosa nave era bastante numerosa, incluyendo, aparte de los
individuos necesarios para el manejo de la nave, a varios familiares y servidores de Belcebú.
Durante el periodo de tiempo a que se refiere nuestra historia, todos los pasajeros se hallaban
ocupados, ya sea atendiendo sus obligaciones, o simplemente en la materialización de lo que
se llama el «proceso de mentación activa».
De todos los pasajeros a bordo de la nave, uno de los más notorios era quizás un muchacho
bien parecido que nunca se separaba de Belcebú.
Era éste Hassein, el hijo del hijo favorito de Belcebú, Tooloof.
A su vuelta al hogar después del exilio, vio Belcebú por primera vez a este nieto suyo,
Hassein, y, debido a su buen corazón, así como a lo que suele llamarse una «atracción de
familia» sintió inmediatamente por él un gran afecto.
Y como acertó a suceder que ya por entonces era tiempo de que la Razón del pequeño Hassein
se desarrollase, Belcebú, disponiendo a discreción de tiempo libre, tomó personalmente a su
cargo la educación de su nieto, siendo así que, desde entonces, ya no se separó Hassein de su
lado.
Por esta razón, Hassein se hallaba ahora en la nave, haciendo compañía a Belcebú en su largo
viaje.
Hassein, por su parte, amaba tanto a su abuelo que no se hubiera atrevido a dar un solo paso
sin su asentimiento y cuando aquél hablaba, escuchaba ávidamente todas sus palabras,
asimilando cuanto le decía y le enseñaba.
En el tiempo en que tuvo lugar esta historia, se hallaban Belcebú, con Hassein y su viejo y fiel
servidor Ahoon, que siempre lo acompañaba a todas partes, sentados en el «Kasnik» superior,
es decir, en la cubierta de la nave Karnak, debajo del Kainokranonis, algo bastante parecido a
lo que nosotros llamaríamos una gran «campana de cristal», charlando acerca de sí mismos
mientras contemplaban el espacio sin límites.
Tenía la palabra Belcebú, quien hablaba del sistema solar donde le había tocado pasar tantos
años.
Explicaba entonces las peculiaridades de la naturaleza del planeta llamado Venus.
Durante esa conversación, se le informó a Belcebú de que el capitán de la nave deseaba hablar
con él, a lo cual accedió Belcebú.