LIBRO PRIMERO CAPITULO 10, POR QUE LOS HOMBRES NO SON HOMBRES,


RELATOS DE BELCEBÚ A SU NIETO
 LIBRO PRIMERO CAPÍTULO 10 
GEORGE I. GURDJIEFF,




TRADUCCIÓN DE VIDEO AL ESPAÑOL




Capítulo 10
Por qué los «hombres» no son hombres
Belcebú lanzó un profundo suspiro y continuó diciendo:
—Una vez cumplida en este planeta la materialización del proceso «ilnosoparniano»,
transcurrió, según el cálculo cronológico objetivo, un año.
Durante este período se habían ido coordinando gradualmente en el planeta los procesos
correspondientes de involución y evolución de todas las cosas allí existentes.
Y claro está que también empezaron a cristalizarse gradualmente en los seres tricerebrados los
datos suficientes para la adquisición de la razón objetiva.
En resumen, como en todos los demás, también en este planeta había comenzado el desarrollo
normal de todas las cosas.
Y por ello, querido mío, si la Altísima Comisión bajo la dirección suprema del mencionado
Arcángel Sakaki, no hubiera regresado nuevamente a aquel punto al cabo de un año, quizás no
se hubieran producido todos los malentendidos subsiguientes relacionados con los seres
tricerebrados que habitan aquel malhadado planeta.
Este segundo descenso de la Altísima Comisión al planeta se debió al hecho de que, pese a las
medidas que habían sido tomadas —de las que ya te hablé—, no se había cristalizado todavía
en las razones de la mayoría de sus miembros sagrados, la completa seguridad de la
imposibilidad de toda sorpresa indeseable en el futuro, por lo cual deseaban ahora verificar
personalmente, en el lugar, los resultados de aquellas medidas.
Fue precisamente durante este segundo descenso cuando la Altísima Comisión decidió, en
todo caso, si no por otro motivo, por lo menos para tranquilizarse al respecto, concretar ciertas
medidas especiales posteriores, entre las cuales se hallaba también aquella medida cuyas
consecuencias no sólo determinaron la difusión de un tremendo terror entre los seres
tricerebrados que habitan aquel desdichado planeta, sino que, por así decirlo, resultaron al fin
un estigma maligno para todo nuestro gran Universo.
Deberás saber que en el tiempo de este segundo descenso efectuado por la Altísima Comisión,
ya se había desarrollado gradualmente en estos seres —como es lo normal en todos los
tricerebrados— lo que llamamos «instinto mecánico».
Los sagrados miembros de esta Altísima Comisión razonaron entonces que si dicho instinto
mecánico de los bípedos tricerebrados que habitaban el planeta había de desarrollarse hacia la
obtención de la Razón Objetiva —como es regla que ocurre en todas partes entre los seres
tricerebrados— sería perfectamente posible que hubieran de comprender prematuramente la
causa real de su nacimiento y de su existencia, provocando serios trastornos; podía suceder
que habiendo comprendido la razón de su nacimiento, es decir que, habiéndose dado cuenta
de que debían mediante su existencia mantener separados los fragmentos de su planeta y
estando convencidos de la injusticia de esta esclavitud a circunstancias perfectamente ajenas a
ellos, se negaran a continuar su existencia y se destruyeran a sí mismos por principio.
De modo pues, querido niño, que en vista de esto, la Altísima Comisión decidió entonces,
entre otras cosas, implantar provisionalmente en las presencias comunes de los seres
tricerebrados que allí vivían un órgano especial con una propiedad tal que, en primer término,
les hiciese percibir la realidad deformada y, en segundo lugar, que todas las impresiones
repetidas procedentes del exterior cristalizaran en su espíritu datos tales que generasen
factores para la evocación de sensaciones de «placer» y de «goce».
Y entonces, de hecho, con la ayuda del Principal Archifísico-químico Común Universal
Ángel Looisos, que se contaba también entre los miembros de la Altísima Comisión, se
determinó el crecimiento en los seres tricerebrados, de manera especial, en la base de la
columna vertebral, en la raíz de la cola —que también ellos tenían, por entonces y lo que es
más, dotada de un exterior normal expresivo de la, por así llamarla, «plenitud de su
significación íntima»— de un «algo» que permitiera el surgimiento de dichas propiedades.
Y a este «algo» le dieron el nombre, en un principio, de «órgano Kundabuffer».
Una vez determinado el crecimiento de este órgano en las presencias de los seres
tricerebrados y una vez comprobado su funcionamiento, la Altísima Comisión integrada por
los Sagrados Individuos y encabezada por el Arcángel Sakaki, tranquilizada y con la
consciencia limpia, volvió al centro del Universo mientras que allí, en el planeta Tierra que
tanto te ha llamado la atención, el efecto de este sorprendente y maravillosamente ingenioso
invento comenzó a hacerse sentir desde el primer día desarrollándose luego, crecientemente,
como —para decirlo con las palabras de Mullah Nassr Eddin— «el crescendo de la trompeta
de Jericó».
Ahora bien; a fin de que puedas tener por lo menos una comprensión aproximada de los
efectos provocados por las propiedades del órgano ideado y materializado por el
incomparable ángel Looisos —bendito sea su nombre por toda la eternidad— es indispensable
que sepas algo acerca de las diversas manifestaciones de los seres tricerebrados que habitan
ese planeta, no sólo en la época en que ese órgano Kundabufíer, se contó entre las distintas
partes de sus presencias, sino también durante épocas posteriores cuando, si bien este
sorprendente órgano y sus propiedades habían sido ya destruidas debido a diversas causas,
habían comenzado a cristalizarse en sus presencias las consecuencias de sus propiedades.
Pero ya te explicaré esto más adelante.
Por ahora debo hacerte notar que hubo todavía un tercer descenso de la Altísima Comisión a
aquel planeta, tres años después, según los cálculos cronológicos objetivos; pero esta vez se
efectuó bajo la dirección del Más Grande Archiserafín Sevohtartra, dado que el Más Grande
Arcángel Sakaki se había convertido, entretanto, en el Divino Individuo que sigue siendo
todavía en la actualidad, es decir, en uno de los cuatro Tetrasustentadores de todo el Universo.
Y precisamente durante este tercer descenso, una vez establecido claramente mediante
acabadas investigaciones por parte de los sagrados miembros de esta tercera Altísima
Comisión, que ya no era necesario para el mantenimiento de la existencia de los fragmentos
desprendidos del planeta madre continuar la materialización de las medidas preventivas
deliberadamente tomadas con anterioridad, se decidió, con ayuda del mismo
Archifísicoquimico Ángel Looisos, destruir, conjuntamente con las medidas antes
mencionadas, el referido órgano Kundabuffer en las presencias de estos seres tricerebrados,
así como todas sus sorprendentes propiedades.
Pero volvamos al relato que había empezado.
Y no te distraigas. Cuando se disipó nuestro desconcierto, provocado por la reciente catástrofe
que había puesto en peligro todo el sistema solar, lentamente, después de esta inesperada
interrupción, reanudamos nuestra instalación en el nuevo lugar de residencia que nos habían
asignado.
Poco a poco, todos nosotros nos familiarizamos con la Naturaleza local, adaptándonos a aquel
medio de vida.
Como ya dije antes, muchos de nosotros nos establecimos definitivamente en el planeta
Marte; mientras otros, gracias a la nave Ocasión que había sido puesta a disposición de los
seres de nuestra tribu para la comunicación interplanetaria, se marcharon o bien se prepararon
para marcharse hacia otros planetas del mismo sistema solar.
Pero yo, junto con mis familiares y algunos de mis servidores más cercanos, seguí viviendo
en el planeta Marte.
Debo hacerte notar que en la época a la que se refiere mi relato, ya había sido instalado mi
primer teskooano en el observatorio construido en el planeta Marte, por lo cual me hallaba
dedicado por completo a la organización y al desarrollo de este observatorio destinado a la
observación detallada de las remotas concentraciones de nuestro gran Universo y de los
planetas de este sistema solar.
En consecuencia, entre los muchos objetos de mis observaciones también se contaba el
planeta Tierra. Pasó el tiempo.
También en este planeta comenzó gradualmente a establecerse el proceso de la existencia y,
según todo lo hacía presumir, en la forma que es habitual en todos los planetas.
Pero la estrecha observación demostró, en primer lugar, que el número de seres tricerebrados
había aumentado gradualmente y, en segundo término, que de vez en cuando daban lugar a
manifestaciones sumamente extrañas, jamás observadas en los demás seres tricerebrados que
habitan otros planetas; quiero decir que, repentinamente, y sin
razón aparente alguna, comenzaban a destruir entre sí sus propias existencias.
En ocasiones, esta mutua destrucción de vidas no tenía lugar solamente en una región sino en
varias, durando, no ya un «Dionosk» sino varios «Dionosks» y a veces, incluso, «Ornakras»
enteros. (Dionosk significa «día»; Ornakra significa «mes»).
En ciertas oportunidades se hacía evidente que a raíz de estos horribles procesos disminuía
rápidamente el número de terráqueos; pero durante otros períodos, en cambio, el número de
habitantes aumentaba considerablemente.
Paulatinamente nos fuimos acostumbrando a esta peculiaridad de los seres que habitan la
Tierra, aceptando como explicación de los hechos que, evidentemente, por ciertas
consideraciones de naturaleza superior, estas propiedades debían haber sido dadas
deliberadamente al órgano Kundabuffer por la Altísima Comisión; en otras palabras, en vista
de la fecundidad de estos bípedos, supusimos que la misma había sido concebida
intencionalmente, debido a la necesidad de que existiesen en crecido número a fin de poder
mantener el Movimiento Armónico cósmico común.
De no haber sido por esta extraña peculiaridad, nunca se le hubiera ocurrido a nadie que había
algo «raro» en ese planeta.
Durante el periodo a que me he referido anteriormente, visité personalmente la mayoría de los
planetas de aquel sistema solar, recorriendo tanto los habitados como los todavía sin poblar.
Por mi parte, los que más me agradaron fueron los seres tricentrados que habitan en el planeta
que lleva el nombre de Saturno, cuyo aspecto exterior es completamente distinto al nuestro,
pareciéndose, por el contrario, al del cuervo.
Es interesante notar, dicho sea de paso, que por una u otra razón, la forma «cuervo» no sólo
existe en casi todos los planetas de este sistema solar, sino también en la mayoría de los
demás planetas de nuestro Gran Universo, en los cuales habitan seres de diversos sistemas
cerebrales, recubiertos con cuerpos planetarios de distintas formas.
La comunicación verbal usada por estos seres cuervos, del planeta Saturno, es bastante
semejante a la nuestra.
Pero en lo que a su pronunciación se refiere, es, a mi juicio, la más hermosa de cuantas he
oído.
Podría compararse con el canto de nuestros mejores cantantes cuando éstos cantan con todo
su Ser en un tono menor.
En cuanto a sus relaciones con los demás, sólo pueden llegar a ser conocidas viviendo con
ellos y compartiendo su existencia.
Todo lo que puede decirse es que estos seres-pájaros tienen un corazón exactamente igual al
de los ángeles más próximos a nuestro ETERNO HACEDOR Y CREADOR.
Estos seres viven en estricta conformidad con el noveno mandamiento de nuestro CREADOR
que dice: «Haz con los demás lo que quisieras que hicieran contigo».
Más adelante, tendré por cierto que contarte todo lo referente a estos seres tricerebrados que
habitan el planeta Saturno, puesto que uno de mis mejores amigos que me acompañó durante
todo mi exilio en aquel sistema solar, fue precisamente un ser de aquel planeta, quien tenía el
aspecto exterior de un cuervo, y cuyo nombre era «Harharkh».



FIN DE LIBRO PRIMERO CAPITULO 10,
 POR QUE LOS HOMBRES NO SON HOMBRES