LIBRO 1 Capitulo 3

RELATOS DE BELCEBÚ A SU NIETO
LIBRO PRIMERO CAPÍTULO 3
GEORGE I. GURDJIEFF, 


Capitulo 3
La causa que motivó el retraso en la caída de la nave «Karnak»
PRIMERA PARTE

Pocos instantes después se presentó el capitán y, después de ejecutar todas las ceremonias
adecuadas al rango de Belcebú, dijo:
—Vuestra Recta Reverencia, permitidme que os demande vuestra autorizada opinión acerca
de cierta «inevitabilidad» que aparece en la línea de nuestra trayectoria y que habrá de
impedir que prosigamos nuestra suave caída por la ruta más breve.
El hecho es que si continuamos el rumbo trazado, nuestra nave, dentro de dos «Kilprenos»,2
2 La palabra Kilpreno significa, en el lenguaje de Belcebú, cierto espacio de tiempo aproximadamente
igual a la duración del fluir cronológico que denominamos una «hora».
deberá pasar por el sistema solar «Vuanik».
Pero precisamente por el mismo sitio por donde debe pasar nuestra nave, también habrá de
pasar, más o menos un «Kilpreno» antes, el gran cometa perteneciente a ese sistema solar
conocido con el nombre de «Salcoor» o, como suele llamárselo a veces, «El Impetuoso».
De modo que si proseguimos por la ruta dispuesta, tendremos que atravesar inevitablemente
el mismo espacio por donde habrá de pasar este cometa.
Su Recta Reverencia sabe que este impetuoso cometa siempre deja en su estela una gran
cantidad de «Ziinotrago»3 que al penetrar en el cuerpo planetario de los seres desorganiza la
mayor parte de sus funciones mientras no se volatiliza completamente.
En un principio pensé, —continuó el capitán—, eludir la acción del «Ziinotrago» haciendo
describir a la nave un círculo alrededor de esta esfera; pero para ello hubiera sido necesario
dar un largo rodeo que habría alargado forzosa y considerablemente el tiempo de nuestro
viaje. Sin embargo, por otro lado, esperar que el «Ziinotrago» se disipe hubiera requerido
todavía más tiempo.
En vista de la difícil disyuntiva que se presenta ante nosotros, no he podido decidirme por mí
mismo, por lo cual me he atrevido a molestaros, Recta Reverencia, para solicitar vuestro
competente consejo.
Una vez que el capitán hubo terminado su exposición, Belcebú meditó durante algunos
instantes, para luego contestar lo siguiente:
—Realmente, querido capitán, no sé qué aconsejarle. ¡Ah, sí!... en aquel sistema solar en el
que debí vivir durante tanto tiempo, existe un planeta que se llama Tierra. Vivían entonces en
ese planeta —y siguen viviendo todavía— ciertos seres tricentrados sumamente extraños. Y
entre los seres pertenecientes a un continente de aquel planeta de nombre «Asia», nació y
vivió un ser tricerebrado muy sabio a quien le daban los demás el nombre de Mullah Nassr
Eddin.
Para todas y cada una de las peculiares situaciones, grandes y pequeñas, que se presentaban en
la existencia de los seres que allí habitan —siguió diciendo Belcebú—, tenía este sabio
terrestre Mullah Nassr Eddin un profundo y adecuado aforismo.
Como todos sus aforismos estaban saturados del sentido de la verdad para la existencia
terrena, yo también me serví siempre de ellos para guiarme en aquel lugar, a fin de armonizar
mi existencia con la de los demás seres que habitaban el planeta.
Y en este caso también, mi querido Capitán, pienso servirme de uno de sus prudentes
principios.
Probablemente hubiera dicho este gran hombre en una situación semejante a la nuestra:
«No puedes saltar sobre tus rodillas y es absurdo que trates de besar tu propio codo».
Hago mías estas palabras y lo mismo le digo a usted, agregando además lo siguiente: No hay
nada que hacer; cuando nos sale al paso un contratiempo procedente de fuerzas infinitamente
mayores que las nuestras, debemos someternos.
El único problema consiste entonces en la elección de una de las dos alternativas que usted ha
mencionado, es decir, esperar en alguna parte o alargar el viaje dando un «rodeo».
Según dice, el rodeo habrá de prolongar nuestro viaje, pero la espera habrá de prolongarlo
todavía más.
Pues bien, mi querido Capitán. Supongamos que haciendo ese rodeo ahorremos algún tiempo;
¿qué cree usted: compensará esa pequeña diferencia de tiempo el desgaste y las averías que
pueda sufrir nuestra nave al recorrer ese trayecto adicional?
Si el rodeo puede involucrar el más mínimo perjuicio para nuestra nave, entonces, a mi
entender, sería preferible optar por la segunda alternativa, esto es, detenernos en cualquier
3 La palabra Ziinotrago es el nombre de un gas parecido a lo que nosotros llamamos «ácido
cianhídrico».


PARTE 2



parte hasta que se disipe ese nocivo gas «Ziinotrago». Habríamos ahorrado, de este modo, un
daño inútil a nuestra nave.
Además, podremos tratar de llenar este período de imprevisto retraso con algo útil para todos
nosotros.
Por mi parte, me produciría sumo placer conversar con usted acerca de las naves
contemporáneas en general y de la nuestra en particular.
Durante mi prolongada ausencia fuera de estos territorios, se han hecho y se han descubierto
muchísimas cosas nuevas de las cuales nada sé.
En mis tiempos, por ejemplo, estas espaciosas naves espaciales eran tan complicadas y
embarazosas que el mero transporte de los materiales necesarios para producir su movimiento
requería la mitad de su potencia.
Sin embargo, estas naves contemporáneas, por su simplicidad y su libertad, no parecen sino
otras tantas materializaciones del bendito «Stokimo».
Tal es la simplicidad para con los seres que en ellas se trasladan y tal la libertad con respecto a
todas las manifestaciones del ser, que uno se olvida por momentos, de que no se halla en un
planeta.
De modo pues, mi querido Capitán, que me gustaría sobremanera saber cómo llegó a
materializarse esta merced para la traslación espacial, así como la forma en que funcionan
estas máquinas.
Pero antes vaya y haga todo lo necesario para detener la nave. Luego, cuando esté
completamente libre, venga nuevamente a verme y entonces podremos pasar el tiempo de
nuestra inevitable espera en una conversación útil para todos.
Una vez que el capitán se hubo rearado, Hassein se puso en pie de un salto, repentinamente, y
comenzó a bailar y aplaudir, mientras gritaba:
—¡Oh, qué contento estoy, qué contento estoy, qué contento estoy! Belcebú miró con ojos
complacidos estas eufóricas manifestaciones de su favorito, pero el viejo Ahoon no pudo
contenerse y, sacudiendo la cabeza con aire de reproche, le dijo al chico severamente que era
un «egoísta en potencia».
Oyendo lo que Ahoon le había dicho, Hassein se detuvo frente a él y, lanzándole una mirada
torva, le respondió:
—No te enojes conmigo, viejo Ahoon. No es por egoísmo por lo que estoy contento, sino tan
sólo por la coincidencia de circunstancias fortuitas que se han aunado para hacerme feliz. ¿No
escuchaste acaso? Mi querido abuelo no sólo ha decidido que nos detengamos, sino que
también prometió hablar con el Capitán...
¿Y no sabes, acaso, que las conversaciones de mi amado abuelo suponen siempre la
descripción de los lugares en que ha estado y una deliciosa exposición de verdades que
siempre terminan enriqueciendo nuestro espíritu?
¿Dónde está, pues, el egoísmo? ¿No ha decidido él mismo, por su propia y libre voluntad, y
una vez sopesadas por su prudente razón todas las circunstancias involucradas en este
imprevisto suceso, detener nuestra marcha, detención que, evidentemente, no perjudica
demasiado los planes trazados de antemano?
A mi entender, mi bienamado abuelo no tiene por qué apresurarse; en el Karnak no le falta
nada para hallarse y descansar a gusto; además, no está rodeado más que por seres que lo
admiran y lo aman y a quienes él, a su vez, también aprecia.
¿No recuerdas acaso lo que hace bien poco acaba de decir? ¡No debemos resistirnos a fuerzas
superiores a las nuestras! ¿Y no recuerdas que agregó, además, que no sólo no debemos
oponernos a ellas, sino que debemos incluso, someternos y recibir todas sus consecuencias
con respeto, sin dejar un momento de alabar y glorificar las acciones maravillosas y
providenciales de Nuestro Señor el Creador?
La fuente de mi alegría no es el percance que nos ha acontecido, sino el hecho de que, como
consecuencia de dicho suceso imprevisible proveniente de las altas esferas, podremos
escuchar una vez más la sabia palabra de mi bienamado abuelo.
¿Es acaso culpa mía que estas circunstancias fortuitas acierten a ser para mí las más
afortunadas y deseables?
No, querido Ahoon, no sólo no debieras censurarme, sino que también tendrías que unirte a
mí para expresar las gracias a la fuente de la cual tan beneficiosos resultados han derivado.
Durante todo este tiempo, Belcebú había estado escuchando atentamente, con una sonrisa en
sus labios, la charla de su favorito y, una vez que éste hubo concluido, se expresó de la
siguiente manera:
—Tienes razón, querido Hassein, y te diré, por tener razón, aun antes de que vuelva el
capitán, todo cuanto quieras que te diga.
No bien escuchó esto, el nieto se precipitó hacia Belcebú y sentándose a sus pies, le dijo, tras
una breve meditación:
—Querido Abuelo; tanto es lo que me has contado acerca del sistema solar en el que te tocó
pasar tantos años de tu vida, que quizás ya me hallara en condiciones de proseguir por mí
mismo, mediante el auxilio tan sólo de la simple lógica, la descripción detallada de la naturaleza
de ese peculiar rincón de nuestro Universo.
Pero me gustaría saber si habitan en esos planetas de aquel sistema solar seres tricerebrados y
si poseen o no, en su interior, «cuerpos eserales» superiores.
Por favor: querido Abuelo, cuéntame ahora algo acerca de esto, —concluyó Hassein, al
tiempo que miraba bondadosamente a Belcebú.
—Sí —replicó Belcebú—, también en casi todos los planetas de aquel sistema solar habitan
seres tricerebrados y casi todos ellos encierran cuerpos eserales superiores.
Los cuerpos eserales superiores, o almas, como se los llama en algunos de los planetas de
aquel sistema solar, se presentan en los seres tricerebrados que habitan en todos los planetas
salvo aquellos situados a tal distancia que las emanaciones de nuestro «Más Sagrado Absoluto
Solar» pierden gradualmente, antes de alcanzarlos —debido a los repetidos desvíos— la
plenitud de su fuerza, hasta carecer por completo, finalmente, de todo poder vivificante capaz
de producir cuerpos de existencia superior.
Por cierto, querido nieto, que en cada planeta separado de aquel sistema solar también los
cuerpos planetarios de los seres tricerebrados se hallan recubiertos con una forma exterior
conforme a la naturaleza de cada planeta particular, hallándose adaptados en todos sus
detalles al medio circundante.
En aquel planeta, por ejemplo, en que se nos ordenó vivir a todos los exiliados, es decir, el
planeta Marte, los seres tricerebrados se hallan recubiertos de cuerpos planetarios de una
forma —¿cómo podría decirte?—, una forma semejante a un «karoona», es decir, que tienen
un tronco largo y ancho, abundantemente provisto de grasa, y cabezas dotadas de enormes
ojos brillantes y salientes. En la espalda de este enorme «cuerpo planetario» poseen dos
grandes alas y en el extremo inferior dos pies comparativamente pequeños provistos de zarpas
sumamente fuertes.
Casi la totalidad de las fuerzas de este enorme «cuerpo planetario» ha sido adaptada por la
naturaleza a la generación de energía para los ojos y las alas.
Resultado de ello es que los seres tricerebrados que viven en este planeta pueden ver
perfectamente en cualquier parte, cualquiera sea el grado de «Kal-dazakh-tee», y también
pueden moverse, no sólo por la superficie del planeta, sino también a través de su atmósfera y
algunos de ellos, incluso, más allá de los límites de dicha atmósfera.
Los seres tricerebrados que habitan otro planeta, algo más abajo de Marte, se hallan cubiertos,
debido al intenso frío que allí reina, de una lana espesa y suave.
La forma exterior de estos seres tricentrados es semejante a la de un «Toosook», esto es,
semejante a una especie de «esfera doble», estando destinada la superior a contener los

órganos principales de todo el cuerpo planetario, y la otra, la inferior, los órganos para la
transformación de los alimentos eserales primarios y secundarios.
En la esfera superior se observan tres aberturas que se abren hacia afuera, dos de ellas sirven
para la vista y la tercera para el oído.
La otra, la esfera inferior, sólo presenta dos orificios: el anterior sirve para recibir los
alimentos eserales primarios y secundarios, y el otro, situado en la parte posterior, para la
eliminación de las materias de desecho contenidas en el organismo.
La esfera inferior posee además dos pies nervudos sumamente fuertes y en cada uno de ellos
existe un apéndice que utilizan en la misma forma en que nosotros usamos los dedos.
Existe todavía, querido nieto, otro planeta sumamente pequeño, conocido por el nombre de
Luna en aquel sistema solar.
En ciertos puntos de su trayectoria este pequeño y peculiar planeta solía acercarse
considerablemente a nuestro planeta Marte y a veces, durante «Kilprenos» enteros me pasaba
observando a través de mi «Teskooano»,4 desde mi observatorio, el proceso de la existencia
de los seres tricerebrados que lo habitan.
Si bien los seres que habitan este planeta están dotados de cuerpos planetarios sumamente
frágiles tienen, en cambio, un «espíritu» sumamente fuerte, debido a lo cual todos ellos
poseen una extraordinaria perseverancia y capacidad de trabajo.
Por su forma exterior se asemejan a lo que podría llamarse «hormigas gigantes» y como éstas,
andan siempre de un lado para otro, trabajando tanto en la superficie del planeta como dentro
del mismo.
Los resultados de esta incesante actividad se han hecho ya visibles.
Cierta vez acerté a observar que durante dos de nuestros años habían realizado «túneles», por
así decir, a través de todo el planeta.
Se habían visto forzados a realizar esta tarea debido a las condiciones climáticas anormales
del lugar; tal anomalía obedece al hecho de que dicho planeta se formó en forma inesperada,
por lo que la regulación de su armonía climática no había sido prevista de antemano por las
Potencias Superiores.
El clima de este planeta es «loco», y por su extrema variabilidad podría dar puntos de ventaja
a las mujeres más histéricas que habitan otro de los planetas pertenecientes a ese mismo
sistema solar, del cual también habré de hablarte a su tiempo.
Caen a veces tales heladas en esta «luna», que todo absolutamente se congela, haciéndose
imposible para los habitantes la respiración en la atmósfera abierta; luego, de pronto, hace
tanto calor que, en un santiamén, podría cocerse un huevo puesto en contacto con la
atmósfera.
Sólo durante dos breves períodos, es decir, antes y después de una revolución completa en
torno a su vecino —otro planeta próximo— el tiempo es en aquel planeta tan glorioso que
durante varias rotaciones todo el planeta florece y produce diversos productos capaces de
proveerles de los alimentos eserales primarios necesarios para su subsistencia en este peculiar
reino espacial.
Muy próximo a este pequeño planeta se halla otro más grande, llamado Tierra, que en ciertas
ocasiones suele aproximarse también, excepcionalmente, a Marte.
La Luna de que antes te hablé no es sino una parte de este planeta Tierra, el cual debe
mantener constantemente, en la actualidad, la existencia de la Luna.
También en la Tierra habitan seres tricerebrados; y también ellos reúnen todos los datos
necesarios para encerrar cuerpos eserales superiores.
Pero por la «fuerza de espíritu» no pueden ni compararse con los seres que habitan el pequeño
planeta antes mencionado. El aspecto exterior de estos seres tricerebrados residentes en la
4 Teskooano significa «telescopio».
Tierra, se asemeja considerablemente al nuestro; sólo que, en primer término, su piel es algo
más delgada que la nuestra; y, en segundo lugar, no tienen cola y sus cabezas carecen de
cuernos. Lo peor de todo son sus pies, quiero decir, que no tienen cascos; cierto es que para
protegerse de las influencias externas han inventado para su uso personal lo que llaman
«zapatos»; pero tal invento no les sirve de mucho.
Fuera de lo imperfecto de su forma exterior, su Razón es también absolutamente «única y
extraña».
Su «Razón eseral», debido a muchas causas acerca de las cuales habré de hablarte a su
tiempo, ha degenerado paulatinamente y en la actualidad es muy, pero muy extraña y en
extremo peculiar.
Belcebú hubiera dicho mucho más todavía, pero en ese momento volvió el capitán de la nave,
por lo cual, después de prometerle al niño que le hablaría de los seres del planeta Tierra en
otra oportunidad, comenzó a conversar con el capitán.
En primer término, Belcebú le pidió al capitán que le contase quién era, cuánto tiempo hacía
que era capitán, y si le gustaba su trabajo, requiriéndole a continuación que le explicara
algunos detalles de las naves cósmicas contemporáneas.
Entonces tomó la palabra el capitán:
—Su Recta Reverencia; no bien alcancé la edad de la existencia responsable, fui destinado por
mi padre a esta carrera, al servicio de nuestro INMORTAL CREADOR.
Habiendo comenzado por los cargos inferiores en la navegación espacial, se me permitió en
época reciente desempeñar el puesto de capitán y en la actualidad hace ocho años que me
dedico a ello a bordo de las naves espaciales.
Mi último puesto, es decir, el de capitán de la nave Karnak lo ocupé, en rigor, como sucesor
de mi padre, en ocasión en que éste, después de largos años de irreprochable labor al servicio
de SU ETERNIDAD en su carácter de capitán desde casi el principio mismo de la creación
del mundo, me considerado digno de desempeñar el cargo de Gobernador del sistema solar
«Kalman», siendo designado a tal efecto.
En resumen —siguió diciendo el capitán—, me inicié con este servicio precisamente cuando
su Recta Reverencia partía para el lugar de su exilio.
Entonces apenas era poco más que un «carbonero» a bordo de las naves espaciales de la
época.
Sí..., ya ha pasado mucho, mucho tiempo de eso. Todas las cosas han cambiado desde
entonces; sólo nuestro SEÑOR Y SOBERANO ha permanecido inalterable. ¡Sean las
bendiciones de «Amenzano» con SU INALTERABILIDAD por toda la Eternidad!
Vos, Recta Reverencia, habéis condescendido a señalar con toda justicia que las primeras
naves eran sumamente incómodas y embarazosas.
Sí; eran entonces, a decir verdad, extremadamente complicadas y difíciles de manejar. Yo
también las recuerdo perfectamente. Existe una enorme diferencia entre las naves de aquella
época y las de ahora.
En nuestra juventud, todas estas naves, tanto las usadas para la comunicación interior de los
sistemas como las utilizadas para la comunicación interplanetaria, se movían todavía
mediante la propulsión de la sustancia cósmica «Elekilpomagtistzen», la cual es un todo compuesto
de dos partes separadas del omnipresente Okidanokh.
Y era precisamente para obtener este todo para lo que se requerían tantos materiales a bordo
de las primeras naves.
Sin embargo, aquellas naves no siguieron usándose durante mucho tiempo después que
abandonasteis estos lugares, sino que poco después fueron reemplazadas por las naves del
sistema de San Venoma.

FIN DEL CAPITULO 3 DEL LIBRO PRIMERO
La causa que motivó el retraso en la caída de la nave «Karnak»