EL DESPERTAR DEL PENSAR 4


TRADUCCIÓN
RELATOS DE BELCEBÚ A SU NIETO G. I. GURDJIEFF




CAPÍTULO I PARTE 4
EL DESPERTAR DEL PENSAMIENTO 

Este tipo de gente que se ha convertido, por así decirlo, en «polillas» destructoras de los
bienes que nos fueron legados por nuestros antepasados, carecen de la menor idea o noticia
del hecho estridentemente obvio de que, durante la edad preparatoria, tiene lugar la adquisición
en la función cerebral de todos los seres, incluido el hombre, de una propiedad
particular y definida, cuya materialización automática era llamada por los antiguos korkolanos
«ley de asociación», y de que el proceso de mentación de todos los seres, y en especial el
hombre, se desarrolla en estricto acuerdo con esta ley.
En vista del hecho de haber acertado a tocar accidentalmente un problema que se ha
convertido recientemente en uno de mis, digamos, «hobbies», es decir el proceso de la
mentación humana, me parece posible afirmar —ya en este primer capítulo— y sin esperar a
llegar al sitio asignado de antemano en este libro para la dilucidación de dicho problema, algo
al menos relacionado con aquel axioma que accidentalmente llegó a mi conocimiento, de que
en la Tierra, en la antigüedad, era habitual en todos los siglos que todos los hombres que
habían tenido la osadía de adjudicarse el derecho a ser considerados por los demás, así como
por sí mismos, «pensadores conscientes», fueran informados, ya en los primeros años de su
existencia responsable, de que el hombre posee, en general, dos tipos de mentación: en primer
término, la mentación por el pensamiento, con la participación de las palabras, dotadas
siempre de un sentido relativo; y en segundo término, aquella propia de todos los animales,
así como del hombre, que denominaré aquí «mentación por la forma».
El segundo tipo de mentación, es decir, la «mentación por la forma», por medio de la cual, en
rigor, debe percibirse también y asimilarse el sentido exacto de toda idea escrita tras la
confrontación consciente con los datos previamente conocidos, tiene lugar en la gente,
guardando una relación de dependencia con las circunstancias del medio geográfico, clima,
época, etc., y en general, con el medio total en que se ha desarrollado la existencia del
individuo hasta su estado adulto.
En consecuencia, se configuran en el cerebro de los individuos pertenecientes a diferentes
razas y que habitan medios geográficos diversos, un vasto número de formas completamente
independientes, acerca de una misma cosa o incluso una misma idea; formas que, durante su
funcionamiento, es decir, durante la asociación, recuerdan por su naturaleza a una u otra
sensación que condiciona subjetivamente una representación definida, y esa representación es
luego expresada por esta o aquella palabra, útil tan sólo para su expresión subjetiva exterior.
Esta es la razón por la cual cada palabra para una misma cosa o idea, adquiere casi siempre
para los individuos pertenecientes a medios geográficos diferentes y razas diversas, un
«contenido íntimo», por así decirlo, perfectamente definido y completamente distinto.
En otras palabras, si en el ser total de un hombre dado que se hubiera desarrollado y formado
en una determinada localidad, se hubiese configurado una «forma» como resultado de las
influencias e impresiones locales específicas y esta forma evocara en él, por asociación, la
sensación de un «contenido íntimo» definido y, por consiguiente la de una representación o
noción definida para cuya expresión hubiera de emplear una u otra palabra que con el
transcurso del tiempo terminara por volverse habitual y, como he dicho, subjetiva, para este
individuo dado, cuando un oyente, en cuyo ser se hubiera formado, debido a las diferentes
circunstancias que rodearon su educación y crecimiento, una forma de diferente «contenido
íntimo» para aquella palabra determinada, escuchase dicha palabra, habría de percibirla
siempre y comprenderla también invariablemente, en un sentido completamente distinto.
Este hecho, dicho sea de paso, puede establecerse con toda precisión mediante la observación
atenta e imparcial, cuando uno presencia un intercambio de opiniones entre dos personas
pertenecientes a razas diferentes o educadas y criadas en localizaciones geográficas distintas.
De modo, pues, que, alegre y engreído candidato a receptor de mis sabihondeces, habiéndote
ya advertido que voy a escribir, no como los «escritores profesionales», sino de forma
totalmente distinta, te aconsejo ahora, antes de embarcarte en la lectura de mis exposiciones,
que reflexiones seriamente, emprendiéndola tan sólo, tras una profunda meditación. En caso
contrario, mucho me temo que tu órgano del oído, así como otros órganos perceptivos y
digestivos, tan y tan acabadamente automatizados con la «lengua literaria de la aristocracia intelectual
» que habita actualmente sobre la Tierra, enfermen con la lectura de estos escritos en
forma muy, pero muy cacofónica, con lo cual podría suceder que perdieras tu... ¿sabes qué?...
tu deseo de engullir tu plato favorito y también esa particularidad psíquica que titila en tu
«interior» y que se manifiesta en ti cuando ves a tu vecina, la morenita.
De esta posibilidad que emana de mi lenguaje, o mejor dicho, hablando con rigor, de la forma
de mi mentación, estoy ya, con todo mi ser, y gracias a la frecuente repetición de mis
experiencias pasadas, completamente convencido, exactamente del mismo modo en que un
perfecto asno se halla convencido de la razón y justicia de su obstinación.
Una vez advertido el lector de lo más importante, no tendré que cuidarme especialmente de
los demás aspectos de la cuestión. Aun cuando se produjera cualquier malentendido por causa
de mis escritos, tú, lector, serías el único culpable y mi consciencia estaría tan limpia como
por ejemplo... la del ex Kaiser Guillermo.
Es casi seguro que llegado a este punto, el lector estará pensando que soy, por supuesto, un
individuo joven con un exterior auspicioso y, como dicen algunos, un «interior sospechoso» y
que, como buen autor novel, estoy tratando con toda intención, evidentemente, de mostrarme
excéntrico con la esperanza de hacerme famoso y, de este modo, rico.
Pero si verdaderamente piensa eso, está muy, pero muy equivocado.
En primer lugar, no soy joven; tanto he vivido que a lo largo de mi vida ya he pasado, como
dicen, «no sólo por el molino, sino por todas las muelas»; y en segundo lugar, no escribo en
general para procurarme una carrera o para afirmarme personalmente sobre una base sólida
mediante esta profesión, la cual, debo agregar, proporciona a mi juicio, muchas puertas para
quienes quieran convertirse en candidatos directos a ingresar en el «Infierno». (Suponiendo,
claro está, que esa gente pueda, en general, por medio de su Ser, perfeccionarse incluso hasta
aquel punto, debido a que, no sabiendo cosa alguna por sí mismos, escriben toda clase de
artificios para alcanzar populachería y de este modo, adquiriendo automáticamente autoridad,
se convierten casi en uno de los principales factores que, en su totalidad, vienen
disminuyendo sostenidamente, año a año, la, sin esto, ya en extremo menguada psiquis de la
gente).
En lo que a mi carrera personal se refiere, gracias a todas las fuerzas de arriba y abajo, y, si tú
quieres, incluso de derecha e izquierda, la he materializado ya hace tiempo, y también desde
largo tiempo atrás vengo «pisando firme» y, lo que es más aún, tengo la certeza total de que
esta firmeza habrá de durar todavía muchos años, pese a todos mis enemigos pasados,
presentes y futuros.
Sí, creo que también debería contarte acerca de una idea que acaba de surgir en mi cerebro y
es la de pedir especialmente al impresor, a quien he de entregar mi primer libro, que imprima
el primer capítulo de mis escritos de tal forma que pueda ser leído sin necesidad de cortar
antes las páginas del libro, de modo tal que, una vez enterado el lector de que el libro no ha
sido escrito de la manera habitual, es decir, con el propósito de producir en la mentación de
uno, en forma sumamente suave y fácil, imágenes atrayentes y ensueños adormecedores,
pueda, si así lo desea,
CONTINÚA