LIBRO PRIMERO CAPITULO 6 EL MOVIMIENTO CONTINUO



RELATOS DE BELCEBÚ A SU NIETO
LIBRO PRIMERO CAPÍTULO 6
GEORGE I. GURDJIEFF,

TRADUCCIÓN DE VIDEOS AL ESPAÑOL


Capítulo 6
El movimiento continuo

—¡Espere, espere! —dijo Belcebú, interrumpiendo al capitán—. Esto que acaba de contarme
no debe ser otra cosa, con seguridad, que la idea llamada por los extraños seres tricerebrados
de corta vida que habitan el planeta Tierra, «movimiento continuo», por cuya culpa en cierta
época, «enloqueció» —como ellos dicen— un gran número de terráqueos, llegando incluso,
muchos de ellos, a morir.
Sucedió cierta vez en aquel malhadado planeta que a alguien, en una u otra forma, se le
ocurrió la «descabellada idea» —como ellos dicen— de que podría construir un «mecanismo»
capaz de funcionar perpetuamente sin consumir materiales del exterior.
Tanto cautivó esta idea a la fantasía de la gente, que la mayoría de los curiosos habitantes de
aquel peculiar planeta comenzó a pensar en la forma de llevar a cabo en la práctica este
aparente milagro.
¡Cuántos pagaron esta efímera idea con todo el bienestar material y espiritual que previamente
habían adquirido con tantas dificultades!
Por una u otra razón, se hallaban todos ellos completamente decididos a inventar lo que a su
juicio era una «cuestión sencillísima».
En los casos en que las circunstancias exteriores lo permitían, gran parte de estos individuos
afrontó el invento del «movimiento continuo» careciendo de los datos interiores necesarios
para la tarea; otros lo hicieron confiados en sus «conocimientos». Otros en su «suerte», pero
la mayoría de ellos se puso a trabajar con ahínco por razón tan sólo de su psicopatía.
En resumen, el invento del «movimiento continuo» se extendió como una «plaga» —como
ellos dicen— y no hubo chiflado que no se sintiera obligado a interesarse por la cuestión.
En cierta oportunidad visité una de las ciudades donde se exhibían modelos de todas clases e
innumerables cantidades de «descripciones» de «mecanismos» destinados todos ellos a la
consecución del «movimiento continuo».
¿Qué no habría allí? ¿Qué máquinas «ingeniosas» y complicadas no vieron mis ojos? En
todos y cada uno de aquellos dispositivos, debe haber habido más ideas y «sabihondeces» que
en todas las leyes de la creación y de la existencia del mundo.
Advertí entonces que en estos innumerables modelos y diseños de máquinas, predominaba la
idea de aprovechar lo que se llama «la fuerza del peso».
Así es cómo ellos explicaban esta idea del aprovechamiento de la «fuerza del peso»: un
mecanismo sumamente complicado debía levantar «cierto» peso, el cual tendría luego que
caer por ley natural, poniendo en movimiento, por medio de su caída, todo un dispositivo que,
al moverse, habría de levantar nuevamente el peso y así continuaría en un círculo sin fin.
El resultado de todo ello fue que varios miles de personas fueron a parar al «manicomio»;
otros muchos miles, habiendo convertido esta idea en su sueño dorado y su más cara
ambición, o bien terminaron por abandonar incluso las tareas más esenciales para su
existencia, o bien comenzaron a realizarlas de tal modo que «más hubiera valido» que no las
hicieran en absoluto.
Ignoro cómo habría terminado todo si cierto terráqueo completamente loco, con un pie ya en
la sepultura, un «viejo chocho» como los llaman allí, pero que, en una forma u otra, había
adquirido previamente cierta autoridad, no hubiera probado mediante ciertos «cálculos», que
era absolutamente imposible inventar el «movimiento continuo».
Ahora, después de escuchada su explicación, alcanzo a comprender perfectamente cómo
funciona el cilindro del método empleado por el arcángel Haritón. No es sino aquel utópico
dispositivo con que tanto habían soñado los infortunados terráqueos.
A decir verdad, bien puede afirmarse que el «cilindro» del arcángel Haritón puede funcionar
perpetuamente en medio de una atmósfera dada sin necesidad de consumir material alguno del
exterior.
Y puesto que no puede existir un mundo sin planetas y, por lo tanto, sin atmósferas, se deduce
entonces, que mientras exista el mundo y, por consiguiente, las atmósferas, el cilindro
inventado por el gran arcángel Haritón, habrá de tener siempre ocasión de funcionar.
Ahora bien; se me ocurre una pregunta referente al material de que se compone este cilindro.
Me gustaría en grado sumo, mi querido capitán, que me explicara aproximadamente de qué
materiales se compone y cuánto duran éstos», —expresó Belcebú.
A lo cual replicó el capitán de la siguiente manera:
—Si bien el cilindro no dura eternamente, dura muchísimo tiempo.
Su parte principal está hecha de «ámbar» con flejes de platino, mientras que los paneles
interiores de las paredes están hechos de «antracita, cobre y marfil» y de un «cemento» muy
fuerte y a prueba del (1) «paischakir», (2) «tailonair» y de la (3) «saliakooríapa»5 e incluso de
las radiaciones de las concentraciones cósmicas.
Sin embargo, las demás partes, prosiguió el capitán, «tanto las «palancas» exteriores como las
«ruedas dentadas» deben ser renovadas de tiempo en tiempo pues, aunque están hechas del
más fuerte metal, el uso prolongado las desgasta.
Y en cuanto a la estructura de la nave misma, ciertamente no puede garantizarse que tenga
una existencia muy duradera
El capitán se proponía seguir hablando todavía, pero de pronto retumbó en toda la nave un
sonido similar al producido por las vibraciones de las voces menores de una lejana orquesta
de instrumentos de viento.
Al tiempo que se disculpaba, el capitán se levantó para retirarse, explicando que seguramente
tenía importantes cuestiones que atender, puesto que todos a bordo sabían que se hallaba con
su Recta Reverencia y nadie se hubiera atrevido a perturbar los oídos de Su Recta Reverencia
por una trivialidad.