LIBRO PRIMERO CAPÍTULO 16
GEORGE I. GURDJIEFF
Capítulo 16
La comprensión relativa del tiempo
Tras una breve pausa Belcebú reanudó su relato de esta forma: —Antes de seguir contándote todo lo referente a estos seres tricerebrados que tanto han cautivado tu fantasía y que habitan el lejano planeta Tierra, es a mi juicio absolutamente necesario, para una clara representación de lo extraño de su psiquismo y, en general, para una mejor comprensión de todo lo relativo a este peculiar planeta, poseer ante todo, una representación exacta de su cálculo del tiempo y de cómo la sensación del ser de lo que se llama el «proceso del fluir del tiempo» ha cambiado gradualmente en las presencias de los seres tricerebrados de aquel planeta, así como de la forma en que este proceso se desenvuelve
actualmente en las presencias de aquellos seres tricerebrados contemporáneos.
Es necesario que comprendas esto claramente, pues sólo así tendrás la posibilidad de
representarte ajustadamente y de comprender los sucesos del planeta Tierra que ya te he
mencionado y los que habré de narrarte a continuación.
Antes que nada es necesario que sepas que para definir el tiempo, los seres tricerebrados de
aquel planeta toman al «año» como unidad básica de medida cronológica, exactamente de la
misma forma en que lo hacemos nosotros y, también al igual que nosotros, definen la duración
de este «año» por el tiempo requerido por cierto movimiento de su planeta en relación
con otra concentración cósmica definida; es decir, que ellos consideran el período durante el
cual su planeta, en su trayectoria —esto es, en el proceso de «Caída» y «Alcance»— describe
lo que se conoce con el nombre de una «revolución Krentonalniana» en torno a su sol.
Esto es semejante al cómputo cronológico que llevamos en nuestro planeta Karatas; pues
como sabes, en este planeta un «año» equivale al tiempo comprendido entre las dos mayores
aproximaciones que tienen lugar entre los soles «Samos» y «Selos» durante el curso de sus
trayectorias. Los terráqueos llaman «siglo» al conjunto de cien «años» terráqueos. Este año
terráqueo se halla dividido en doce partes, recibiendo cada una el nombre de «mes».
La duración de este «mes terráqueo» es definida de acuerdo con el tiempo empleado por el
fragmento de mayor tamaño —desprendido del planeta en épocas antiguas y conocido
actualmente con el nombre de «luna»— en recorrer, obedeciendo a las mismas leyes cósmicas
de la «Caída» y del «Alcance», una «revolución Krentonalniana» completa en torno al planeta
madre.
Debo hacerte notar que las doce «revoluciones Krentonalnianas» de la referida luna no
corresponden exactamente a una «revolución Krentonalniana» del planeta madre alrededor de
su sol, por lo cual, han debido hacer ciertos ajustes en el cálculo de estos meses a fin de que
su suma total coincidiera aproximadamente con la realidad.
Además, estos meses se hallan divididos en treinta partes conocidas con el nombre de «días».
Cada uno de estos «días» coincide con el tiempo empleado por el planeta para efectuar una
«rotación completa» sobre sí mismo, en conformidad con las referidas leyes cósmicas.
Te diré, de paso, que siempre habrás de tener presente que también le llaman «día» al
momento en que la atmósfera de su planeta —tal como sucede generalmente en todos los
demás planetas en que, como ya te he dicho antes, se materializa el proceso cósmico
«Ilnosoparniano»— tiene lugar el proceso «trogoautoegocrático» que nosotros llamamos
«kshtatsavacht»; a este fenómeno cósmico también lo suelen llamar «luz solar».
En cuanto al otro proceso, es decir, el proceso inverso, que nosotros llamamos «Kldatzacht»,
recibe el nombre de «noche» y con ella relacionan la idea de «oscuridad».
De modo pues que estos seres tricerebrados que habitan el planeta Tierra, denominan al
mayor período del flujo cronológico «siglo» y este «siglo» consta de cien años.
Un año tiene doce «meses».
Un «mes» tiene, de término medio, treinta «días».
Cada «día» se halla dividido en veinticuatro «horas», y cada «hora» en sesenta «minutos».
La comprensión relativa del tiempo
Un «minuto» se halla dividido a su vez en sesenta «segundos».
Pero como en general, querido nieto, no estás familiarizado con la excepcional peculiaridad
de este fenómeno cósmico —me refiero al Tiempo— tendré que explicarte primero la
formulación que la auténtica Ciencia Objetiva ha hecho del mismo:
El tiempo en sí mismo no existe; lo único que existe es la totalidad de hechos resultantes de
todos los fenómenos cósmicos presentes en un lugar determinado.
Ningún ser puede comprender, ya sea por medio de la razón ni de los sentidos, ni mediante las
funciones del ser, internas o externas, la esencia misma del tiempo.
Tampoco puede ser percibida por graduación alguna del instinto, presente en todas las
concentraciones cósmicas más o menos independientes.
Sólo es posible juzgar al Tiempo si se comparan los fenómenos cósmicos reales que se
desarrollan en el mismo lugar y en las mismas condiciones en que el Tiempo ha sido tomado
como objeto de consideración.
Es necesario notar que en nuestro Gran Universo todos los fenómenos en general, sin
excepción, dondequiera que surjan o se manifiesten, no son sino «Fracciones» sucesivas
conformes a las leyes de un fenómeno total que tiene su origen primero en el «Sagrado
Absoluto Solar».
Y, en consecuencia, todos los fenómenos cósmicos, dondequiera que se produzcan, encierran
cierto sentido de «objetividad».
Y estas sucesivas «Fracciones» conformes a las leyes, se materializan en todos sus aspectos
incluso en el sentido de su involución y evolución, según la ley cósmica fundamental sagrada
de «Heptaparaparshinokh».
Sólo el Tiempo carece de sentido objetivo debido a que no es el resultado de fraccionamiento
alguno de determinados fenómenos cósmicos.
Y si no procede de cosa alguna, se confunde siempre, en cambio, con todo, volviéndose
suficientemente autoindependiente; por lo tanto, en todo nuestro vasto Universo, sólo el
Tiempo puede merecer la denominación de «Fenómeno Idealmente Único y Subjetivo».
De modo pues, querido niño, que únicamente el Tiempo o, como se lo llama a veces, el
«Heropass», carece de fuente original, y, al igual que el «Amor Divino» fluye perpetuamente,
como ya te dije, con independencia de sí mismo, mezclándose proporcionalmente a todos los
fenómenos presentes en el lugar dado y en las condiciones dadas de nuestro Gran Universo.
Una vez más vuelvo a decirte que sólo podrás entender cabalmente lo que antes te he narrado
acerca de los terráqueos, cuando te explique —tal como te prometí hacerlo— más adelante,
todo lo relativo a las leyes fundamentales de la creación y el mantenimiento del Mundo.
Mientras tanto, recuerda también esto: que puesto que el Tiempo carece de fuente de origen y
no se puede, a diferencia de todos los demás fenómenos cósmicos de todas las esferas
cósmicas, establecer su presencia exacta, la ya mencionada Ciencia Objetiva posee, en
consecuencia, para el estudio del Tiempo, una unidad uniforme, semejante a la usada para la
definición exacta de la densidad y calidad —en el sentido de la vivificación de sus
vibraciones— de todas las sustancias cósmicas generalmente presentes en todo lugar y en
todas las esferas de nuestro Gran Universo.
Y para la definición del Tiempo la unidad standard escogida desde antiguo es el momento de
lo que se llama la sagrada «sensación Egokoolnatsnarniana» que siempre se da en los Más
Sagrados Individuos Cósmicos que habitan el Sagrado Absoluto Solar, cada vez que la visión
de nuestra ETERNIDAD UNIEXISTENTE se dirige hacia el espacio tocando directamente
sus presencias.
La Ciencia Objetiva ha establecido esta unidad patrón para hacer posible la definición y
comparación exactas de las diferencias existentes entre las gradaciones de los procesos de las
sensaciones subjetivas de los Individuos Conscientes Separados, así como de lo que
conocemos con el nombre de «diversidad de ritmos» en los distintos fenómenos cósmicos
objetivos que se manifiestan en diversas esferas de nuestro Gran Universo y que se
materializan en todos los orígenes de los procesos cósmicos, grandes y pequeños por igual.
La característica principal del proceso del fluir cronológico en la presencia de los orígenes de
los procesos cósmicos de diversas escalas, consiste en que todos ellos lo perciben de la misma
forma y en una misma secuencia.
A fin de que puedas por ahora representarte, al menos aproximadamente, lo que acabo de
decirte, tomemos como ejemplo el proceso del fluir del Tiempo que se da en cada gota de
agua de esa jarra que está sobre la mesa.
Cada gota de agua de esa jarra constituye por sí misma un mundo independiente y completo,
un «Microcosmos».
En ese pequeño mundo, al igual que en otros cosmos, también nacen y existen «individuos o seres» infinitesimales, relativamente independientes. También para los seres de ese universo infinitésimo, el Tiempo transcurre en el mismo orden en que fluye el Tiempo percibido por todos los individuos de todos los cosmos. Estos seres infinitésimos poseen también, al igual que los seres que habitan otros cosmos correspondientes a otras «escalas», una experiencia de la duración definida de todas sus percepciones y manifestaciones y también como ellos, captan el fluir del Tiempo por la comparación entre las diversas duraciones de los fenómenos que entre ellos tienen lugar.
Exactamente igual que los seres de otros cosmos, ellos nacen, crecen, se unen y se separan
para obtener lo que se conoce con el nombre de «resultados sexuales» y también se enferman
y sufren y, por fin, al igual que todas las cosas que existen donde la Razón Objetiva no ha
sido fijada, son destruidos por siempre jamás.
Para ellos el Tiempo tiene una duración definida y proporcionada al proceso completo de la
existencia de estos seres infinitesimales que habitan en ese mundo diminuto, y su idea del
Tiempo es puesta de manifiesto por los fenómenos circundantes dentro de esa «escala cósmica
» dada.
También ellos necesitan un tiempo de duración definida para los procesos de su nacimiento y
formación, así como para los diversos sucesos que integran los procesos de su existencia,
hasta su completa destrucción final.
En el curso del proceso eseral de los seres de esta gota de agua, son necesarios también lo que
se llaman «pasos» del fluir del Tiempo.
Hace falta cierto un Tiempo definido para sus alegrías y para sus penas, y en suma, para
cualquier clase de experiencia del ser, desde lo que se llama «rachas de mala suerte», hasta los
«períodos de avidez de autoperfeccionamiento».
También entre ellos, te repito una vez más, el proceso del flujo cronológico sigue una
sucesión armoniosa, y esta sucesión proviene de la totalidad de los fenómenos que los
circundan.
La duración del proceso del flujo cronológico es percibida y registrada generalmente de la
misma forma por todos los individuos cósmicos antes mencionados y por las unidades ya
completamente formadas conocidas con el nombre de unidades «instintivizadas», con la sola
excepción proveniente de la diferencia en las presencias y estados, en un momento dado, de
estos entes cósmicos. Sin embargo, debes advertir, querido nieto, que si bien para los diferentes individuos que existen en una misma unidad cósmica independiente, la definición del flujo cronológico no es objetiva en el sentido general, adquiere no obstante para ellos el sentido de la objetividad, puesto que el fluir del tiempo es percibido por ellos de acuerdo con el carácter más o menos completo de su propia presencia. Esta misma gota de agua que hemos tomado por ejemplo puede servirnos para una mejor comprensión de esta idea que te vengo exponiendo. Aunque en el sentido de la Objetividad Universal general, el período total del proceso del
flujo cronológico en esa misma gota de agua es en su totalidad subjetivo, para los seres que
existen en la gota de agua dicho flujo cronológico es percibido por ellos como si fuera
objetivo.
Para aclarar este concepto nos resultarán útiles ciertos individuos llamados «hipocondríacos» que habitan entre los seres tricerebrados del planeta Tierra, que tan gran interés ha despertado en tí. A estos hipocondríacos terrestres les parece con suma frecuencia que el Tiempo transcurre de forma infinitamente lenta, como ellos mismos dicen, que «se arrastra tediosamente». Y así, exactamente del mismo modo, podría parecer alguna vez también a alguno de los seres infinitésimos que existen en esa gota de agua —suponiendo, claro está que también entre ellos hubiera hipocondríacos— que el Tiempo se arrastra con increíble lentitud, «tediosamente».
Pero en realidad, desde el punto de vista de la sensación de la duración del Tiempo
experimentada por tus favoritos del planeta Tierra, el largo total de la existencia de los «seres
microcósmicos» sólo dura unos pocos de lo que ellos llaman «minutos» y a veces, incluso, no
más de pocos —también como dicen ellos— «segundos».
Ahora bien; a fin de que puedas entender todavía mejor el Tiempo y sus características, será
conveniente comparar tu edad con la correspondiente de un habitante del planeta Tierra.
Y a fin de llevar a cabo esta comparación nosotros también deberemos tomar la misma unidad
patrón de Tiempo que emplea la Ciencia Objetiva, como ya te dije, para esos cálculos.
Deberás recordar, ante todo, que de acuerdo con los datos que más tarde aprenderás cuando
yo te haya explicado especialmente las leyes de la creación y del mantenimiento del Mundo,
ha sido también establecido por esta Ciencia Objetiva que, en general, todos los seres
tricerebrados normales —incluyendo asimismo entre ellos, por cierto, también a los seres que
habitan nuestro Planeta Karatas— perciben la sagrada acción «Egokoolnatsatniana» para la
definición del Tiempo cuarenta y nueve veces más despacio de lo que esa misma acción
sagrada es percibida por los Sagrados Individuos que habitan el Santísimo Absoluto Solar.
En consecuencia, el proceso del flujo cronológico para los seres tricerebrados de nuestro
planeta Karatas, fluye cuarenta y nueve veces más rápido que en el Absoluto Solar y otro
tanto habrá de ocurrir con los habitantes del planeta Tierra.
Y se ha calculado también que durante el espacio de Tiempo requerido por el sol «Samos»
para alcanzar el punto más cercano al sol «Selos», período éste tomado como unidad
equivalente al «año» en el planeta Karatas, el planeta Tierra efectúa en relación a su Sol
«Ors», trescientas ochenta y nueve revoluciones «krentonalnianas».
De donde se desprende que nuestro «año», de acuerdo con el cálculo cronológico objetivo
convencional, es trescientas ochenta y nueve veces mayor que el período considerado un
«año» por tus favoritos del planeta Tierra.
No puede carecer de interés para ti saber que todos estos cálculos me fueron explicados
parcialmente por el Gran Archi-ingeniero del Universo, Su Mesurabilidad, el Arcángel
Algamatant, «QUIERA LA DIVINIDAD QUE SE PERFECCIONE EN EL SAGRADO
ANKLAD».
Me lo explicó con ocasión de la primera desgracia que azoró al planeta Tierra, cuando visitó el planeta Marte en calidad de uno de los Sagrados Miembros de la tercera Altísima Comisión; y también el capitán de la nave espacial Omnipresente, con quien compartí varias charlas amistosas durante ese viaje, me explicó en parte la naturaleza de estos cálculos, durante el viaje de regreso a casa. Debes advertir también que tú, como ser tricerebrado nacido en el planeta Karatas, sólo eres en el momento actual un niño de doce años y, con respecto al Ser y a la Razón, eres exactamente igual a un niño de doce años nacido en el planeta Tierra que no se ha formado todavía completamente ni tiene plena consciencia de sí mismo; es decir, que tú pasas ahora
por la edad del ser por la que han de pasar todos los seres tricerebrados en el transcurso de su
crecimiento, cuya etapa final es la del Ser Responsable.
Todos los «rasgos» de tu psiquismo —lo que llamamos «carácter», «temperamento»,
«inclinaciones», y, en una palabra, todas las características del psiquismo que se ponen de
manifiesto exteriormente— son exactamente iguales a los de un ser tricerebrado terráqueo
todavía inmaduro de doce años de edad.
De modo que, según se desprende de todo cuanto hemos dicho, si bien de acuerdo con
nuestros cálculos cronológicos eres todavía igual a un niño de doce años del planeta Tierra —
todavía no formado y sin consciencia de ti mismo— de acuerdo con la comprensión terráquea
subjetiva y sus sensaciones eserales del flujo cronológico, ya has vivido, según sus cálculos
del tiempo, no doce años sino nada menos que cuatro mil seiscientos sesenta y ocho años.
Gracias a todo lo que te he explicado tendrás ahora material suficiente para aclarar ciertos
conceptos relativos a los factores que fueron más tarde la causa de que la duración normal
media adecuada de su existencia comenzara a disminuir gradualmente hasta reducirse, en la
actualidad, a prácticamente «nada». En rigor, esta disminución gradual de la duración media de la existencia de los seres tricerebrados que habitan aquel malhadado planeta que ha terminado por reducir la duración total de su existencia a «nada», no sólo produjo este efecto sino otras muchas y variadas consecuencias y entre estos múltiples y variados efectos el primero y el principal fue, por supuesto, que la Naturaleza tuvo que adaptarse a su vez, gradualmente, a fin de transformar sus presencias en las que ahora ostentan.
Y en cuanto a todos los demás efectos, exige la Justicia que destaque ante todo que estos
efectos nunca hubieran surgido en el malhadado planeta si la primera causa no hubiera tenido
lugar, pues de ésta, por lo menos a mi juicio, se derivaron principalmente todas las demás;
aunque claro está que muy paulatinamente.
Ya comprenderás todo esto perfectamente después de escuchar otras explicaciones complementarias referentes a estos seres tricerebrados; sólo te hablaré, por ahora, acerca de la primera causa fundamental, es decir, por qué y cómo la Gran Naturaleza Misma se vio forzada a reformar sus presencias dándoles otras nuevas. En primer lugar debo decirte que existen generalmente en el Universo, dos «clases», o dos «principios», de la duración de la existencia del ser. La primera clase o «principio» de existencia del ser llamada «Foolasnitamniana» es propia de la existencia de todos los seres tricerebrados que habitan todos los planetas de nuestro Gran Universo, y el objetivo fundamental, así como el sentido de su existencia, es que a través de estos seres ha de producirse la transmutación de las sustancias cósmicas necesarias para lo
que se conoce con el nombre de «Proceso Trogoautoegocrático Cósmico Común».
Y de acuerdo con el segundo principio de la existencia del ser, todos los seres uni y
bicerebrados existen en general dondequiera que nazcan...
Y el sentido y objetivo de la existencia de estos seres consiste también en que a través de los
mismos tiene lugar la transmutación de las sustancias cósmicas requeridas, no a los fines de
un carácter cósmico común, sino tan sólo para los fines de aquel sistema solar o incluso,
exclusivamente, del planeta en que estos seres uni y bi cerebrados habitan.
En todo caso, a fin de que puedas comprender lo extraño del psiquismo de estos seres
tricerebrados que a tal punto han cautivado tu fantasía, deberás saber también que en un
principio, una vez que el órgano Kundabuffer con todas sus propiedades inherentes hubo sido
eliminado de sus presencias, la duración de su existencia pasó a ser regida por el principio
«Foolasnitamniano», es decir, que se los obligó a existir hasta que se perfeccionara
completamente en ellos mediante la razón, y los recubriera acabadamente, lo que se conoce
con el nombre de «cuerpo Kesdjano» o, como ellos comenzaron a llamar más tarde a esta
parte de su ser —que, dicho sea de paso, los terráqueos contemporáneos sólo conocen de
oídas— el cuerpo Astral.
De modo pues, querido niño, que cuando más tarde, por razones que más adelante habrás de
conocer, comenzaron a existir ya en condiciones excesivamente anómalas, es decir, en forma
totalmente impropia de seres tricerebrados y cuando como consecuencia de esto habían
dejado de emanar, por un lado, las vibraciones requeridas por la Naturaleza para el
mantenimiento de los fragmentos separados de su planeta y, por otro lado, habían empezado,
debido a la peculiaridad de su extraña psiquis, a destruir a los seres de otras formas que
habitaban su mismo planeta, disminuyendo de este modo el número de fuentes requeridas
para esta finalidad, entonces la propia Naturaleza, se vio obligada gradualmente a materializar
las presencias de esos seres tricerebrados en conformidad con el segundo principio, es decir,
el principio «Itokianos», esto es, a materializarlos de la misma forma en que Ella materializa a
los seres uni y bicerebrados a fin de que puedan alcanzar el requerido equilibrio de las
vibraciones, de acuerdo con la
calidad y con la cantidad.
En cuanto a la significación del principio «Itokiano», también te la habré de explicar más
adelante.
Por ahora recuerda que, si bien los motivos fundamentales de la disminución de la existencia
de los seres tricerebrados que habitan este planeta derivaron de causas independientes de
ellos, no obstante, después, la principal razón de todos los tristes resultados posteriores fue —
y sigue siendo todavía— la anormalidad de las circunstancias predominantes en la existencia
ordinaria del ser exterior, implantada por ellos mismos.
Gracias a estas circunstancias, la duración de su existencia ha seguido reduciéndose cada vez
más en los tiempos actuales, hasta alcanzar un punto tal, que la diferencia entre la duración del proceso de la existencia de los seres tricerebrados de los demás planetas situados en el resto del Universo y la duración del proceso de la existencia de los seres tricerebrados del planeta Tierra ha llegado a equivaler a la diferencia existente entre la duración real de su existencia y la duración de la existencia de los seres infinitésimos que habitan esa gota de agua que tomamos como ejemplo. Comprenderás ahora, querido nieto, que hasta el Gran Heropass se haya visto obligado también a materializar estos absurdos evidentes en las presencias de estos desgraciados seres tricerebrados que pueblan el malhadado planeta Tierra. Ahora, gracias a todo lo que te he explicado, podrás enfocar el problema desde el ángulo adecuado para comprender la justicia con que aquí actuó Heropass pese a su inflexibilidad habitual. Una vez que hubo pronunciado estas palabras, Belcebú guardó silencio, y cuando nuevamente volvió a dirigir la palabra a su nieto, exclamó con un profundo suspiro: —¡Ah..., mi querido niño! Más adelante, una vez que te haya hablado más extensamente de los seres tricerebrados y del infortunado planeta Tierra, tú mismo podrás comprender todo lo referente a su azarosa existencia, formándote tu propia opinión al respecto.
Tú mismo podrás comprender entonces, que si bien las causas fundamentales de todo el caos
actualmente imperante en el desdichado planeta Tierra derivaron de cierta «imprevisión» por
parte de diversos Individuos Sagrados de lo Alto, no obstante, las causas principales del desarrollo
de ciertos males posteriores no fueron sino las condiciones anormales implantadas
paulatinamente en la existencia del ser ordinario por ellos mismos, y que siguen
prevaleciendo todavía en la actualidad.
En todo caso, querido niño, cuando hayas reunido mayores conocimientos acerca de éstos, tus favoritos, no sólo —te repito— habrás de ver con toda claridad cuan lamentablemente pequeña se ha tornado la duración de la existencia de estos desdichados en comparación con la duración normal de la existencia que desde los más remotos tiempos ha sido establecida uniformemente como norma para todo tipo de seres tricerebrados en todos los dominios del Gran Universo, sino que también habrás de comprender cómo, por iguales razones, han empezado a desaparecer gradualmente en estos infortunados seres, hasta faltar por completo,
todas las sensaciones normales del ser referentes a los fenómenos cósmicos.
Si bien los seres de este infortunado planeta surgieron de acuerdo con el cálculo cronológico
objetivo convencional hace ya muchas décadas, no sólo no poseen actualmente en absoluto
sensación eseral alguna de los fenómenos cósmicos tal como es propio de todos los seres
tricerebrados en el resto de nuestro Universo, sino que no hay en la Razón de estos
desdichados ni siquiera una representación aproximada de las causas auténticas de estos
fenómenos.
No poseen siquiera una representación aproximadamente correcta de los fenómenos cósmicos
que tienen lugar en su propio planeta.