Capítulo 13
POR QUE LA RAZÓN DEL HOMBRE NO PUEDE DISTINGUIR LA FANTASÍA DE LA REALIDAD
Por qué lo razón del hombre puede percibir la fantasía DE realidad
—Mi bienamado y bondadoso Abuelo, sé bueno y explícame, aunque sea de modo general,
por qué aquellos seres son de tal naturaleza que toman lo «efímero» por Real.
A lo cual respondió Belcebú:
—Sólo en épocas recientes comenzaron los seres tricerebrados del planeta Tierra a manifestar
esta particularidad en su psiquis, particularidad que sólo se presentó debido a que su parte
formada en ellos al igual que en todos los demás seres tricerebrados, permitió gradualmente
que las otras partes de sus presencias totales percibiesen todas las impresiones nuevas sin lo
que llamamos los «deberes eserales de Partkdolg», sino simplemente en la forma en que, en
general, son percibidas esas mismas impresiones por las localizaciones independientes y
separadas que existen con el nombre de centros eserales en los seres tricerebrados o, como
podría expresarlo en el lenguaje que ellos utilizan, estos seres creen cualquier cosa que se les
diga y no solamente aquello que por sí mismos hayan aprendido con ayuda de su propia
reflexión.
Por regla general, todo nuevo hecho del entendimiento cristaliza en la presencia de estos
extraños seres sólo si Pérez habla de alguien o de algo de cierta manera, y si luego González
dice lo mismo; de este modo el interlocutor se convence cabalmente de que eso es así y no
podía ser de otro modo. Gracias tan sólo a esta particularidad de su psiquis y al hecho de que
mucho se habló del mencionado escritor en esa forma, la mayoría de los seres que habitan en
el momento presente aquel planeta, se hallan completamente convencidos de que se trata en
verdad de un gran psicólogo y de que posee un incomparable conocimiento del psiquismo de
los habitantes de aquel planeta.
Pero, a decir verdad, cuando estuve en aquel planeta por última vez y habiendo tenido noticias
del mismo escritor, decidí ir cierta vez personalmente a visitarlo por otro motivo
completamente distinto, y pude comprobar que no sólo no se diferenciaba en absoluto de
todos los demás escritores contemporáneos, como yo suponía, es decir, que era en extremo
limitado y como nuestro querido Mullah Nassr Eddin diría: «incapaz de ver más allá de su
nariz» sino que, en lo que al conocimiento de la verdadera psiquis de los seres que habitan el
planeta se refiere, podría haberse afirmado sin temor a equivocarse, que el hombre en cuestión
era «totalmente analfabeto».
Vuelvo a repetir una vez más que la historia de este escritor constituye un ejemplo
característico de esta particular índole terráquea y muestra hasta qué punto, en los seres
tricerebrados que han captado tu interés, especialmente en los contemporáneos, se halla
ausente la comprensión de los «deberes eserales de Partkdolg» y la forma en que sus propias
convicciones eserales subjetivas, configuradas según sus propios razonamientos lógicos, no
cristalizan nunca en ellos, a diferencia de cuanto sucede normalmente entre los demás seres
tricerebrados, sino que tan sólo cristalizan aquellas que dependen en forma exclusiva de lo
que otros han dicho acerca de una cuestión determinada.
Fue tan sólo debido a que no lograron comprender esos «deberes eserales de Partkdolg» —
comprensión que es lo único que permite a un individuo volverse consciente de su auténtica
realidad—, que pudieron ver en nuestro escritor cualidades que ciertamente no tenía.
Esta extraña característica de su psiquismo general, es decir, la de declararse satisfechos tan
sólo con lo que Pérez o González digan, sin tratar de conocer más, hace ya largo tiempo que
se arraigó en ellos y por eso ya no se esfuerzan en absoluto por conocer cosa alguna que
pueda llegar a ser conocida sólo por la propia reflexión activa.
En relación con todo esto, podemos decir que ni ha de echarse la culpa al órgano Kundabuffer
que sus antecesores poseyeron, ni a las consecuencias del mismo, las cuales, debido a un error
de apreciación por parte de ciertos Individuos Sagrados, cristalizaron en sus ascendientes
empezando a transmitirse más tarde a los descendientes de generación en generación.
No son sino ellos quienes han de ser personalmente culpados por esto, precisamente en razón
de las circunstancias anormales de existencia ordinaria exterior que han establecido
gradualmente, las cuales, también gradualmente, han formado en su presencia común,
justamente lo que se ha convertido ahora en su «Maligno Dios» interior, llamado
«Autotranquilizante».
Pero ya habrás de entender perfectamente por ti mismo todo esto, más tarde, cuando te haya
proporcionado, tal como te prometí con anterioridad, ciertas informaciones acerca de aquel
planeta que tanto ha cautivado su interés.
En todo caso, te aconsejo vehementemente que tengas sumo cuidado en el futuro en tus
alusiones a los seres tricerebrados de aquel planeta, procurando no ofenderlos en modo
alguno; de lo contrario —como dicen allí, «¿de qué no habrá de mofarse el Diablo?»—
podrían llegar a tener conocimiento de tus injurias y, para usar otra de sus expresiones,
podrían pretender «ponerte a la sombra».
Y no estará de más, en el presente caso, recordar nuevamente una sabia frase de nuestro
estimado Mullah Nassr Eddin:
«¡Cierto! ¿Qué no habría de suceder en este mundo? Una pulga podría tragarse a un elefante.»
Belcebú se proponía agregar algo más, pero en ese momento un servidor de la nave entró en
la habitación y, aproximándose a él, le alcanzó un «heterograma» a su nombre.
Una vez enterado del contenido de este «heterograma», Belcebú despidió al sirviente y
aprovechando la pausa, Hassein le dirigió las siguientes palabras:
—Querido Abuelo, por favor sigue hablando de los seres tricentrados que habitan en ese
interesante planeta llamado Tierra.
Belcebú dirigió entonces a su nieto una tierna sonrisa y, tras hacer un ademán sumamente
extraño con la cabeza, siguió hablando de la forma siguiente:
CONTINUA EN EL CAPITULO 14 DEL LIBRO PRIMERO